El Periódico de Catalunya publica hoy un artículo de su exdirector Antonio Franco sobre el debate que ha producido últimamente en la sociedad las decisiones de dos Ayuntamientos, Vic y Ascó, en relación con los temas de la inmigración y de la energía nuclear.
Creo que es un artículo interesante porque pone en cuestión una manera de hacer política, la hipocresía general sobre una serie de temas y el excesivo tacticismo político que pasa por tomar decisiones contradictorias con los propios ideales si eso conlleva desgastar al adversario o recuperar algún voto.
Nuestra sociedad no está ya para perder más tiempo en debates estériles sin asumir riesgos y tomar decisiones estratégicas que definan el rumbo de este país los próximos años. Hay que plantear las cosas como son, sin miedos, trasladando a la ciudadanía la realidad de las cosas, sin engaños, y plantear consensos en aquellas cosas que son estratégicas y de las que depende el futuro de todos. Y asumir las consecuencias. Si es un modelo desarrollista tendremos que asumir más carreteras, la producción de más energía, nuclear, eólica o cualquier otra, más plantas de residuos, más aeropuertos, más cárceles...Si por el contrario nuestro modelo es más conservacionista, deberemos a renunciar a nuestros gustos y exigencias de “nuevos ricos”.
No estamos dispuestos a que cerca de nosotros haya cárceles, ni queremos centrales nucleares porque son peligrosas, ni centrales eólicas porque distorsionan el paisaje, ni ecoparcs porque hacen olor, ni incineradoras porque contaminan, ni aeropuertos porque hacen ruido, ni cementerios nucleares porque también son peligrosos, ni líneas de alta tensión porque destrozan los ecosistemas, ni antenas de telefonía móvil porque producen radiaciones, etc...
Eso sí, queremos que los presos cumplan las penas íntegras, queremos reciclar nuestras basuras, y disponer cada vez de más electrodomésticos y de aire acondicionado, y disponer de aeropuertos para desplazarnos por todo el mundo como nunca lo habíamos hecho y de disfrutar de nuestros teléfonos móviles con mucha cobertura.
Pues esto es insostenible. No todo puede ir a la casa del vecino. Hemos creado una sociedad hipócrita, acostumbrada a mirar hacia otro lado y no enfrentarse a los problemas, inducida muchas veces de un falso ecologismo.
Y la principal culpa de que hayamos llegado a esta situación es de quien tiene la obligación de explicar las cosas como son, de intentar convencer con argumentos y no temer tanto a
Ha llegado el momento de plantear las cosas con seriedad, sin miedos y explicando la situación con total transparencia. Y los medios de comunicación tienen por delante una tarea importante, como es la de favorecer estos debates, sin sensacionalismos y falsos dogmas. Yo los echo en falta.
Soy de la opinión de que si a la ciudadanía se le explican las cosas como son, los problemas reales, las consecuencias, los pros y los contras de unas u otras decisiones, si se solicita la implicación de todos con objetivos claros, apelando a la solidaridad territorial...si se practica con el ejemplo, si no hay engaños ni mentiras, entonces, la ciudadanía responde. Y si esto lleva consigo el riesgo de perder algún voto, estoy convencido de que la seriedad y la capacidad de tomar decisiones, aunque sean impopulares, al final se impone, y es valorada por la mayoría.
Cuando salimos al extranjero, sobre todo a países europeos como Alemania, Holanda, Austria, Francia, Dinamarca o Suecia, nos sorprende ver cómo estos países han resuelto muchos de estos problemas sin traumas. Y vemos líneas de alta tensión por toda Holanda y centrales nucleares por toda Francia, incineradoras en los centros de Viena o Copenhague. Y todo el mundo tiene información constante y acceso a los controles, con total transparencia. No miran hacia otro lado. Y eso les hace fuertes como países, y competitivos. Y no es de extrañar que Alemania esté saliendo de la crisis con fuerza, y nosotros nos estemos mirando el ombligo. Se ha de instalar el espíritu de sacrificio entre nosotros para valorar el esfuerzo colectivo como la mejor manera de solucionar los problemas y tirar hacia delante, y saber renunciar a algunas cosas si eso garantiza coger impulso para recuperarlo después, si es que realmente queremos estar entre los países más avanzados. Y esto se tiene que estimular y promocionar desde donde tienen la capacidad de hacerlo, desde los gobiernos. Y a los partidos políticos pedirles que sean consecuentes con sus ideas y con sus propuestas programáticas.
Queda mucho por hacer y poco tiempo para tomar decisiones. En ello nos va el futuro.
Lecciones de Vic y Ascó
Los pantanos embalsan el agua, a veces durante mucho tiempo. Pero suelen provocar consecuencias desastrosas cuando las presas ceden.
Un desbordamiento a la vista de todos. Eso es lo que le sucede a la vida política catalana. Su carga de ambigüedades, contradicciones, partidismos y electoralismos excesivos ya es de dominio público. La gente de la calle se ha dado cuenta a partir de una grieta que aparentemente va desde Arenys de Munt hasta el parque de la Ciutadella de Barcelona, donde está ubicado el Parlament, pasando por Vic y Ascó, pero es una raja que viene de mucho antes y es bastante más amplia de lo que delimitan esos puntos geográficos.
Catalunya vive un desconcierto generalizado porque se ha puesto de manifiesto que muchos de quienes la dirigen desde el Gobierno y la oposición en las cuestiones delicadas se limitan a hacer juegos de manos en vez de mantener posturas serias que sean comprensibles para todos.
La inmigración. Este es un tema representativo de nuestros problemas. Todos los partidos están contra la xenofobia, pero anteponen su electoralismo al respeto de ese principio.
En Vic, un ayuntamiento convergente dio el triple salto de flirtear abiertamente con las ideas del partido racista local. A partir de ese momento, la dirección de Convergència i Unió (CiU) empezó a vacilar, mientras las tres formaciones del Govern tripartito y el PSOE se resistían a reconocer algo obvio: la normativa sobre inmigración legal e ilegal es poco clara.
La principal lección de Vic es que aún tenemos pendiente el verdadero debate (sin demagogia ni simplificaciones) sobre la inmigración, pese a que llevemos tantos años oyendo discursos sobre
La paradoja es que mucha gente, especialmente desde la esfera municipal, ha trabajado mucho y bien en relación con estas cuestiones. Pero el discurso oficial de las instituciones y los partidos es simplemente buenista y a la defensiva, y eso comporta un crecimiento real de la xenofobia de los ciudadanos con convicciones poco firmes.
El debate nuclear. En esta cuestión, la confusión todavía es mayor. El PSOE era antinuclear, está cambiando de bando, pero no quiere reconocerlo ante su electorado. El PP es pronuclear, pero quiere desgastar a los dirigentes socialistas por acercarse a sus tesis, y al mismo tiempo amenaza a un alcalde suyo, el de Yebra, porque está dispuesto a aceptar la instalación del almacén de residuos nucleares en su término municipal.
CiU también es pronuclear, pero se distancia de un alcalde de Convergència, el de Ascó, que quiere el cementerio de residuos; y, encima, el secretario general adjunto de la formación, Felip Puig, dice públicamente que, si él fuese alcalde de Ascó, habría hecho lo mismo que el edil al que el partido pretende sancionar...
Como ocurre con la inmigración, aunque llevemos décadas discutiendo, el verdadero debate nuclear (con datos, argumentos, distinguiendo entre lo que se quiere y lo que se puede hacer) apenas se ha iniciado en España. Pero a nuestros políticos les da miedo plantearlo porque están demasiado acostumbrados a decir únicamente lo que los electores quieren oír. Saben que hay una sensibilidad antinuclear dominante y, en vez de encararla o respaldarla, multiplican la confusión encadenando muchas veces una tesis y su contraria, en función de las circunstancias del momento.
El contexto de fondo. No es que haya un problema especialísimo con la inmigración o con la cuestión nuclear, tenemos un problema de partidismo excesivo y de falta de respeto democrático a la opinión pública. El hábito de ganar tiempo en vez de resolver eterniza las cuestiones. Otro ejemplo: acaba de reiniciarse la negociación sobre la ley electoral que el Parlament le debe a los ciudadanos desde hace 30 años, pero todos sabemos que esa ley no se hará porque nadie está dispuesto a ceder nada.
Vic y Ascó son únicamente dos síntomas de un mal de fondo: la cobardía enfermiza y la ambigüedad sistemática de la clase política catalana. Este es, en definitiva, un país en el que Convergència, el partido más votado, tiene una dirección que se niega a reconocer que mayoritariamente es partidaria de la independencia, mientras el otro gran partido, el PSC, elude plantear frontalmente la cuestión cuando hay elecciones.
1 comentario:
De acuerdo con los postulados que expones en tu post, de hecho creo que poca gente puede estar en desacuerdo en los términos en los que los propones.
Si en algo ha habido consenso respecto a los casos de Ascó y Vic, es precisamente en la falta de solidaridad territorial que sus respectivos Alcaldes han tenido frente a su entorno más próximo, por ello, la cuestión es ¿cual es el marco adecuado a tu parecer para tratar estos temas? y ¿está legitimado un Alcalde para postular su municipio como candidato a albergar cualquier instalación de las que citas en tu post sin consultar ni a su ciudadanía, ni a los pueblos más cercanos?
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