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jueves, 28 de junio de 2012

Quién debe pagar el rescate




El profesor Anton Costas suele hacer unos diagnósticos de la actualidad económica muy acertados. Este artículo publicado hoy en El Periódico no es una excepción.


Quién debe pagar el rescate

Si no se da una respuesta adecuada al titular de este artículo, nos podemos encontrar con que paguen justos por pecadores y que, además, la economía y el empleo en España queden en estado de prolongada postración. Tendríamos que dedicar los recursos públicos de los próximos años a pagar las deudas de los bancos en vez de a consumir e invertir para mejorar el potencial de nuestra economía para generar empleo, riqueza y bienestar. La Economía nos dice que esa solución sería errónea e injusta.
Según los principios del buen capitalismo, los beneficios de una actividad económica pertenecen a quien, libre y responsablemente, decide arriesgar su capital para llevar a cabo una actividad económica. El riesgo de perder ese capital es lo que legitima la privatización de los beneficios. Por esa razón nadie cuestiona los grandes beneficios de empresarios españoles como Amancio Ortega, el presidente de Inditex-Zara.
Pero, por la misma regla de tres, cuando el riesgo ha sido excesivo o ha existido una mala gestión las pérdidas deben ser cubiertas en primer lugar por los propios capitalistas. De lo contrario se estaría legitimando la socialización de pérdidas. Esto es lo que están intentando algunos con el rescate de bancos y autopistas.
Se ha dicho que el problema del socialismo es el propio socialismo, mientras que el del capitalismo son los capitalistas. Es una boutade, pero contiene algo de verdad. El socialismo en versión de la extinta Unión Soviética, o el caribeño-cubano, es un sistema perverso en sí mismo en la medida que crea mafias y castas y no reconoce la libertad de la gente para progresar. El capitalismo es, en principio, más igualitarista y ético, dado que se basa en la libertad de la gente para ganarse la vida. Eso sí, en competencia con otros y respetando ciertas reglas morales y principios de comportamiento, como dejaron bien establecido los padres fundadores de la economía de mercado (en aquella época el capitalismo aún no tenía nombre) como el gran economista Adam Smith.
Pero el capitalismo es como el colesterol, lo hay bueno y malo. Nuestro problema es que ha aumentando mucho el malo. Tenemos una epidemia de financieros y hombres de negocios a la búsqueda de amistades peligrosas con los políticos, para que les garanticen los beneficios y les cubran las pérdidas. Los perjudicados son los empresarios y los contribuyentes.
Volvamos ahora a la pregunta inicial de quién ha de pagar el rescate de bancos y autopistas. Los criterios parecen claros. Los primeros en responder de las pérdidas han de ser los gerentes y los accionistas de bancos y concesionarias, con sus retribuciones y con su capital (con la excepción de aquellos a los que, mediante abuso de confianza, se les engañó cambiando sus depósitos por participaciones preferentes).
A continuación han de contribuir a cubrir pérdidas los prestamistas que libremente, desde dentro y fuera de España, decidieron prestar dinero a los bancos para que lo invirtieran en inmobiliarias y concesionarias. La fórmula convencional es una quita, es decir, una disminución del valor de esa deuda. ¿De qué cuantía? La equivalente a lo que hubo de burbuja. Probablemente entre un 30% y un 40%. La propia idea de burbuja hace referencia al valor de una cosa que realmente no existió. El que prestó a los bancos para alimentar la burbuja tiene que cargar con esa pérdida, porque esa parte de la deuda se esfumó cuando explotó la burbuja. De la misma forma que los que compraron su vivienda en la etapa de la burbuja ya están cargando con esa pérdida en su patrimonio. El principio es claro: que cada palo aguante su vela.
Si después de que los accionistas y prestamistas hayan cargado con su parte de las pérdidas se considera que es conveniente para el país rescatar los bancos y las autopistas, entonces el resto de las pérdidas y las necesidades de nuevo capital han de venir de los recursos públicos.
Dado que en este momento las arcas públicas están exhaustas y los mercados de capitales privados no están dispuestos a seguir prestando, es necesario recurrir a la ayuda de los fondos europeos. Eso sí, negociando condiciones razonables, e imponiendo la condición a los bancos rescatados de que han de aumentar el crédito a la economía productiva en una cantidad equivalente a los recursos públicos que reciban.
La experiencia de países como Suecia en 1992 o España en los años 80, cuando desaparecieron una tercera parte de los bancos y hubo que crear un banco malo, nos dice que si se hacen las cosas bien el coste final para el país de este rescate es razonable y bueno para la economía y el empleo. Que sea así o no lo veremos en las próximas semanas cuando conozcamos el acuerdo del Gobierno de Mariano Rajoy con el Eurogrupo.
 
Anton Costas, Catedrático de Política Económica (UB)

miércoles, 20 de junio de 2012

Programa electoral con el que Hollande ha ganado las elecciones en Francia



1. Subida de impuestos para los millonarios: el tipo máximo del IRPF será del 75% para las rentas por encima del millón de euros al año.
2. Rebajar la edad de jubilación desde los 62 a los 60 años (para los trabajadores con 41,5 años cotizados).
3. Subir el salario mínimo por encima de la inflación. Ahora es de 1.200 euros al mes.
4. Derogar la subida del IVA que preparaba Sarkozy.
5. Que las rentas del capital paguen lo mismo que las rentas del trabajo.
6. Legalizar el derecho al matrimonio y la adopción de los homosexuales.
7. Que las empresas que se lleven sus fábricas fuera de Francia tengan que devolver las ayudas públicas recibidas.
8. Pedir a la UE una reforma de los estatutos del BCE para que el crecimiento y el empleo sean también un mandato prioritario en la política monetaria y que el banco central pueda prestar directamente a los estados. Poner en marcha los eurobonos. Apoyar la creación de una tasa a las transacciones financieras.
9. Crear un banco público de inversión para el desarrollo de las pequeñas empresas.
10. Reducir la producción de electricidad a través de energía nuclear del 75% al 50% para el año 2025, cerrando las centrales más anticuadas, y potenciar las energías renovables.
11. Cambiar la ley Hadopi contra las descargas en Internet. Buscar un modelo que concilie los derechos de los creadores y el acceso a Internet fácil y seguro.
12. Reformar la Constitución para incluir en ella los principios de laicidad y la separación entre Iglesia y Estado.
13. Rebajar un 30% el sueldo al presidente de la República y a sus ministros.
14. Que los responsables de la televisión y la radio públicas dependan de una autoridad independiente del Gobierno.
15. Subir el sueldo a los médicos de la sanidad pública.
16. Construir 2,5 millones de viviendas de protección oficial para estudiantes y rentas bajas durante los próximos cinco años.
17. Rebajar los sueldos de los directivos de las empresas públicas.
18. Limitar la acumulación de cargos públicos.
19. Derecho a voto en las municipales para los extranjeros que vivan en Francia desde hace más de cinco años.
20. Contratar a 60.000 nuevos profesores.
21. Regular la eutanasia.
22. Subida del 15% en el impuesto a la banca.
23. Prohibir las stock-options, excepto para empresas recién nacidas.
24 Prohibir a los bancos tener sucursales en paraísos fiscales.
25. Obligar a que la banca de inversión ?la especulativa? y la de ahorro ? de las libretas y créditos? estén separadas.
26. Multas para los partidos políticos que no respeten la paridad entre mujeres y hombres.
27. Los políticos condenados por corrupción quedarán inhabilitados por diez años.
28. Aumentar las ayudas para las familias con hijos en edad escolar.
29. Subir el impuesto de sucesión y el de patrimonio.
30. Retirada de las tropas en Afganistán.
El programa con el que Rajoy ganó en España:
1. Hacer lo que hay que hacer.
2. Hacerlo como Dios manda.

miércoles, 6 de junio de 2012

Elogi dels alcaldes


Aquest és el títol de l'article que Francesc-Marc Álvaro ha publicat avui al diari La Vanguardia. Crec que és una bona reflexió d'una persona que no és alcalde.

Us proposo un joc: imagineu, per una estona, que sou l'alcalde de la vostra ciutat o del vostre poble. Ho heu d'imaginar fent un esforç per anar al detall: serveis que cal mantenir en funcionament com sigui, ciutadans que demanen coses, nòmines que cal pagar al dia, proveïdors que presenten factures, emergències que sorgeixen, queixes que són competència d'altres administracions però que acaben arribant a la vostra taula o quan us troben al mig del carrer... Imagineu tot això i, a més, penseu en les dificultats financeres que, actualment, tenen la majoria dels ajuntaments d'aquest país. Fet això, demaneu-vos si ser alcalde és, en aquests moments, un càrrec envejable o una missió iimpossible. La resposta sincera és ben clara.

Aquests dies, es parla de la voluntat del Govern espanyol d'abordar una simplificació administrativa per la via de reagrupar municipis. És un plantejament que a Catalunya no agrada gaire, ateses les dimensions i característiques del nostre país. En tot cas, qualsevol sap que les realitats locals no poden modificar-se per decret i que hi ha una sèrie de dinàmiques socials i culturals que van més enllà i més ençà dels mapes oficials. El vincle polític principal que manté qualsevol ciutadà d'una democràcia és amb el seu ajuntament i això compromet de manera especial els governants que tenim més a la vora. Potser no hi pensem prou.

Aquest vincle s'intensifica quan augmenten els problemes, com passa arran de la crisi. Els ajuntaments són avui, més que mai, la darrera protecció pública de les persones enmig de la tempesta. Les entitats socials i les famílies són essencials, però el sistema democràtic guanya o perd credibilitat i legitimitat quan els regidors de la nostra població fan o deixen de fer el que és important i per a la qual cosa han estat escollits.

Sempre m'ha semblat injust i desfigurador que les crítiques als polítics posin tothom al mateix sac. Les enquestes i els comentaris de la gent ens indiquen de manera descarnada que l'ofici de gestionar l'interès general desperta animadversions furibundes i menyspreus siderals. El polític és vist com el problema i no pas com l'encarregat de trobar solucions. Al marge de les generalitzacions, el fet és que, quan s'observen dirigents principals d'Espanya i d'Europa, la sensació que ens arriba és de desconfiança i d'inquietud. O no saben el que passa o no ens ho diuen clarament o les dues coses alhora.

Dit això, els nostres alcaldes i regidors no poden fer com alguns consellers i ministres: no poden posar-se de perfil i dissimular. Ells es relacionen amb la realitat sense les barreres que la política grossa col·loca entre governants i governats. Aquesta proximitat és un sinònim de veritat, per això les decisions dels nostres representants municipals demostren avui la qualitat intrínseca de la nostra democràcia. Em sembla, per la cara que fan molts alcaldes catalans, que ells són plenament conscients que, en aquest present que ens ha tocat, gestionen alguna cosa més que els recursos escassos de què disposem. Gestionen -ho dic sense exagerar- la màquina de l'esperança cívica.

Ubicats en aquest context, em sembla higiènic per a la moral col·lectiva fer un elogi públic dels alcaldes i regidors que piloten els ajuntaments. Ja sé que hi són perquè han assumit un compromís lliure i voluntari que, se suposa, els produeix alguna mena de satisfacció. D'acord. Amb tot, reitero el meu elogi a totes les dones i homes que avui dediquen el seu temps a salvar els mobles del nostre sistema democràtic i de benestar des del poder local. No són perfectes ni estan exempts de vicis i manies però són imprescindibles per evitar la sensació de desgavell brutal i desemparament que ens aclapara.

Sabeu quina és avui la feina principal de la majoria d'alcaldes un cop han intentat quadrar els comptes? Acompanyar la gent, sobretot els que ho passen més malament. El verb acompanyar sembla més indicat per explicar la tasca de capellans, psicòlegs i d'altres professionals de l'ànima, però aquí també hi va bé. La política ha de saber acompanyar, sobretot quan el governant no té més remei que dir "no" a moltes demandes de la ciutadania. Els alcaldes i regidors pronuncien la paraula "no" moltes vegades, saben que hi ha pocs cèntims a la caixa i que no es pot prometre el que no es podrà pagar. Fer política en aquestes condicions és un exercici delicat que ens posa a tots a prova.

Enrere queden els temps alegres en què els alcaldes podien inaugurar teatres, piscines, biblioteques i casals veïnals. Enrere queden els dies d'honors i festes, quan el negoci immobiliari generava uns recursos que permetien omplir fàcilment les arques consistorials de tots els pobles i ciutats. Llavors, els alcaldes eren personatges totpoderosos que es permetien viure els seus mandats en termes de competició: faré més que el meu predecessor, seré més popular que els que van manar abans, projectaré amb més força el nom de la meva vila... Ahir, els alcaldes eren simpàtics Reis d'Orient que podien fer realitat moltes il·lusions i avui són tristos gestors de l'escassetat.

Hem aterrat, finalment. Qui vol avui presentar-se a les eleccions municipals? Jo no, per descomptat. Per això tinc un gran respecte per aquells que hem triat perquè ens treguin les castanyes del foc.