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miércoles, 16 de septiembre de 2009

Arenys de Munt














Aquets dies els mitjans de comunicació s'estan fent ressò del referèndum per la independència convocat per algunes entitats del municipi de Arenys de Munt. Un ressò mediàtic que va més enllà de l'estricte tractament periodístic. I és que tant per la banda de l'independentisme com per la dels nacionalistes espanyols els interessa aquest debat, perquè els autoalimenta. Es curiós què un acte que podria haver passat quasi desapercebut s'hagi convertit en la notícia del dia a tota Espanya. Quina casualitat. Però si fins i tot a reaparegut la Falange!.
Mentrestant, la majoria de ciutadans s'ho miren amb incredulitat, pensant que totes aquestes energies es podrien dirigir a solucionar els seus problemes, els que veritablement els amoïna.
El Periodico d'ahir va publicar un article de Antonio Franco, periodista i ex-director del mateix diari, que sense traumes ni embuts fa una reflexió sobre tot aquest afer. El considero interessant.


Por mucho que la desprecien, que no se ría nadie de la consulta de Arenys de Munt. Con todo, que no la llamen referendo, porque carece de todo valor oficial y no representa lo que piensa el conjunto de Catalunya. Tampoco aporta grandes novedades: el sí a la independencia ganó con el 96% de los votos emitidos, y ese resultado se ciñe al perfil de lo que suelen expresar los habitantes de este municipio cuando no son elecciones generales. Todos sabemos, además, que en Viladecans o 1.000 municipios distintos más la consulta habría dado una respuesta diferente.
Subrayo que lo recogido en el recuento es coherente con el perfil electoral que ha dado en los últimos tiempos Arenys de Munt. El apoyo oficioso a la independencia es similar al respaldo que obtuvieron allí tanto en las últimas municipales como en las autonómicas los partidos soberanistas, incluyendo, claro está, a Convergència. En Catalunya ya nadie duda de que CiU está en esa órbita, pero vale la pena que se aclaren en el resto de España. Por mucho que coquetee interesadamente con ella el PP por considerarla afecta y leal a España, y aunque demonice a ERC por defender lo mismo, pero diciéndolo abiertamente, sobre Catalunya ya no pueden hacerse sumas y restas serias de sensibilidades sin tener en cuenta esta realidad.

Frente a este bloque, los que no están por la secesión, que los hay, ya que en las generales del 2008 la fuerza más votada fue el PSC, el domingo simplemente se abstuvieron de participar en la fiesta de los vecinos independentistas. Por decirlo de otra manera, en Arenys todo lo que sucedió fue que los soberanistas –ya identificados, electoralmente hablando— votaron a favor de la independencia en una jornada en la que salía gratis decirlo. En todo caso, tal como subrayó la información de ayer de este diario, la noticia estuvo en que “las entidades secesionistas y las formaciones extraparlamentarias exhibieron músculo”, porque, aunque CiU y ERC estaban en el ajo, como viven en buena parte del presupuesto constitucional supieron guardar al máximo la ropa. Por eso se diluyeron detrás de la bandera de que eran la sociedad civil y las entidades amateurs de la sociedad civil quienes llevaban el peso de la convocatoria, aunque lo sucedido también refleja que la vida real se aleja cada vez más de los protagonistas oficiales.
Otro dato técnico fue la participación. Se pronunció el equivalente al 41% del censo, muy por debajo del 70% que fue a votar en las generales e inferior incluso al discreto 56% de la ratificación del Estatut. No se qué dirán ahora quienes atribuyen la alta abstención a la abulia popular respecto al formalismo gris de la política profesional, pero esta vez había movilización y aun así no hubo una cifra contundente de participantes. La mitad de Arenys de Munt no estuvo por el tema. Esta es una de las claves de la compleja situación catalana: el separatismo es una opción minoritaria, aunque esté cada vez más presente y aunque los círculos en los que es mayoritario actúen como si el conjunto de Catalunya pensase como ellos. Cuando se acercan elecciones, los soberanistas juegan sus bazas confiando en que nunca irá a las urnas la mayoría de la Catalunya que tienen enfrente. En Arenys de Munt se cumplió la regla.
El problema que encierra esta situación afecta a lo que aquí llamamos Madrid. La mayor parte de los protagonistas de la vida pública española (los políticos, los altos cargos sociales y económicos, y los creadores de opinión) confían exageradamente en que la mayoría no secesionista que hay en Catalunya encajará por principio y para siempre todos los zurriagazos que se le propinen en nombre de la unidad de España. Es un problema porque, aunque el independentismo crezca despacio, en Catalunya aumenta, mucho más deprisa y más consistentemente, la contrariedad por el trato que nos da el resto del Estado, y el enfado por el anticatalanismo simplista que se ha generalizado. Es cierta la tendencia de fondo hacia la desafección, del mismo modo que, ante la evolución de los acontecimientos en Catalunya, se interpreta cada vez más que se traicionan impunemente en contra suyo la pluralidad nacional y la heterogeneidad que se pactó al crear el Estado de las Autonomías, ya pasado de moda por mucho que cuantitativa y cualitativamente se hayan descentralizado mucho las cosas.

Al hilo de lo sucedido en Arenys, la verdadera consulta interesante que tendríamos que impulsar es preguntar de verdad, en serio, en todos los municipios del resto de España si aceptan o no la Catalunya actual tal como tozudamente ella expresa que es y quiere ser, es decir, con su sentido identitario, su lengua propia y su amplísima pluralidad interna. Porque está pendiente de aclarar cuál es y dónde están los límites de esa España posible en la que yo creo, con un mayor grado de aceptación de las maneras de ser de unos y otros. Me da lo mismo que esta pregunta se haga desde instancias oficiales o desde entidades privadas, aunque agradecería que en esta ocasión todos –empezando por los tribunales y los grandes partidos políticos— actuasen con más respeto a la sensibilidad política y a la libertad de expresión en el sentido moderno y amplio de la palabra. También agradecería que en esa ocasión no se cruce por medio Falange Española, cuya actual reaparición representando los intereses de la unidad de España ha sido un sarcasmo después de que todos hayamos visto cómo se le ponían mil y una zancadillas oficiales a la recuperación de la memoria histórica en un plano democrático.

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