Esta semana he tenido la oportunidad de ver
La verdad es que había oído hablar de ella pero no me esperaba una sorpresa tan agradable. Me pasó algo similar con
Es una película recomendable, donde se mezcla un humor ácido e inteligente con una radiografía muy real de personajes que encarnan estereotipos de nuestra sociedad.
Un abuelo que esnifa cocaína y que tiene una relación muy particular con su nieta, algo gordita y con grandes gafas, que de rebote tiene la posibilidad de participar en un concurso de misses infantiles, un hijo que ha decidido no hablar y se comunica escribiendo hasta que no consiga su sueño de ser pìloto, un cuñado experto en Prust, homosexual que pretende suicidarse porque su novio se ha ido con otro, una mujer que tiene trabajo para atender tantas excentricidades y el cabeza de familia que continuamente habla de fracasados, cuando el mayor fracasado es él.
Estos son los personajes principales, que deciden recorrer Estados Unidos en una Volkswagen de los años sesenta, destartalada y cuyo viaje es el eje central del argumento. Pero incluso los personajes secundarios no están exentos de esta caricatura que retrata muy bien actitudes, por desgracia demasiado frecuentes, y que vemos a menudo por televisión. El policía, el médico, la asistenta social, la directora del concurso, las niñas concursantes son algunos ejemplos.
El final de la película es un canto a la vida, a la felicidad, al espíritu de superación, a prescindir de las cosas superficiales, en definitiva, a reírse un poco de todo lo que nos rodea. Es como un Último Tango en París en versión moderna.
Espero que este tipo de cine no muera nunca.
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