Las
redes sociales están que echan humo desde que ayer el presidente del gobierno
Mariano Rajoy anunciara en el Congreso de los diputados el recorte
presupuestario y de derechos sociales más grande de la historia de España, que
lejos de generar empleo y estimular la economía nos sumirá en una depresión aún
mayor de la que tenemos. Por cierto, una intervención ovacionada
entusiastamente por la bancada popular, contentos ellos de que por fin las
decisiones del gobierno sean consecuentes con su ideología.
Son
muchos los artículos y opiniones, fotos, videos, etc. que inundan estas redes,
como muestra de rechazo e indignación. Seguramente es la manera más fácil y
rápida de protestar, de sacar la rabia. Compartir nuestras preocupaciones con los
demás representa un alivio, por aquello del mal de muchos... Yo lo voy a hacer
en este artículo.
Las
medidas anunciadas por Rajoy han servidos para romper una de las fases del
estado de ánimo general, y sin duda, lo comprobaremos en las próximas semanas y
meses. Al estado general de incredulidad que sumió a esta sociedad en el inicio
de la crisis (esto no va con nosotros) pasamos al de la aceptación sumisa (es
inevitable, lo que nos pasa es porque nos lo merecemos). Desde ayer hemos
pasado a un nuevo estadio, el de la rebeldía (tenemos que hacer algo para
evitar esto).
La
historia está llena de situaciones como la que estamos viviendo, y el proceso
suele ser similar, aunque los resultados finales varíen según las
circunstancias. Lo que es evidente y común es que el ser humano tiene una
enorme capacidad de aguante, pero también es verdad de que una chispa puede
provocar un incendio de resultados inciertos. Creo que estamos a punto de ver
saltar esa chispa. No sé dónde ni quien la producirá, pero es seguro que
saltará. Como dijo ayer Cayo Lara, ha sido el Sr. Rajoy el que ha llenado las
calles de gasolina.
Tengo
la sensación de que se está forzando la situación a extremos insostenibles.
Gobernar significa tomar decisiones, a veces, impopulares, pero todo tiene un
límite. Una sociedad como la nuestra, aguanta cohesionada si mantenemos redes
capaces de evitar la caída de los más débiles. Pero se están quitando todas las
redes a una velocidad de vértigo, provocando una ruptura social sin
precedentes, que nos retrotrae al franquismo más profundo. Y es aquí donde creo
que está la clave. Ya
no se trata de arreglar la economía, es simplemente aprovechar la coyuntura
para cambiar el modelo de Estado, de imponer una ideología ultraconservadora e
insolidaria, donde quede bien definida una sociedad dual de ricos y pobres, sin
clases medias, en la que no se estudie por méritos intelectuales sino por
capacidad económica, donde habrá que pagar para que te curen si estás enfermo,
y donde el empresario tenga barra libre para contratar y pagar a su antojo al
trabajador. No nos equivoquemos, todo esto es lo que deleitaba ayer a los
diputados del PP, mientras el resto de españoles escuchábamos atónitos las
medidas de Rajoy.
Por
mucho que hayamos estirado más el brazo que la manga –las cifras
macroeconómicas dicen que no estamos peor que otros países como el Reino Unido-
no justifica de ninguna manera ni el desmantelamiento del estado del bienestar
ni la presión de los especuladores sobre nuestra economía. Todo esto tiene un
guión que se está siguiendo al pie de la letra. ¿Cómo es posible que en 1982,
con 14.000 dólares de renta per cápita fuésemos capaces de implantar un estado
del bienestar modélico y sostenible y ahora con una renta per cápita de 24.000
dólares no seamos capaces de mantenerlo?
Me
temo que todos estos recortes presupuestarios y de derechos obedecen mas a
criterios ideológicos y políticos que a la realidad económica. Dado que no
tenemos capacidad soberana para devaluar nuestra moneda, puesto que no tenemos,
se han propuesto devaluarla por la puerta de atrás: rebajando salarios,
subiendo impuestos, subiendo los precios de consumo como la energía o la
gasolina, subiendo el precio de los servicios públicos (copagos,
transporte...), etc. Con estas medidas, se espera que España sea más atractiva
para atraer inversión extranjera o para fomentar las exportaciones. Si eso es
así, será a costa de empobrecernos. Ya no podemos soñar con reducir las
distancias que nos separan del bienestar de los países nórdicos porque el Sr.
Rajoy ha decidido que hemos de africanizarnos para poder competir.
En
un artículo del 24 de enero pasado, en este mismo blog, vaticiné que después de
la subida del IBI y del IRPF aprobada por Real Decreto tras tomar posesión el
flamante gobierno del Partido Popular -es curioso la primera medida que tomó el
gobierno de un partido que siempre abogó por no subir impuestos- se subiría el
IVA. Y por desgracia, no me equivoqué. Y es que al Sr. Rajoy y al Partido
Popular se les ve el plumero desde hace unos años.
Aquí
tenemos un ejemplo claro del porqué del descrédito de la política y los
políticos. ¡Cuánto daño nos hacen estas cosas! Porque, ¿Qué confianza se
transmite a la ciudadanía a través de la mentira y el engaño permanente?. El
Partido Popular, en seis meses ha hecho algo más que quedar en evidencia, que
mentir descaradamente, que desdecirse de todas las barbaridades que dijeron
contra las medidas que tomó el gobierno de Zapatero. El Partido Popular y Rajoy
han enterrado las ilusiones y esperanzas de millones de ciudadanos que
confiaron en que la alternancia política podría suponer una mejora de sus
condiciones de vida. Y esto es muy serio y muy peligroso en una sociedad tan
castigada como la
nuestra. Porque una sociedad triste y desesperada cuesta mucho
de reponerse, y es sabido que sin ilusión y sin esperanzas de futuro no hay
proyectos, no hay inventiva. En estos momentos, no sólo se está produciendo una
masiva fuga de capitales por la falta de confianza en nuestra economía, lo más preocupante es que se está produciendo
una fuga de inteligencia y talento a través de nuestros jóvenes preparados que
emigran a otros países que les ofrecen mejores perspectivas.
Y
dentro de este barullo de recortes, imposiciones y subidas de impuestos: IRPF,
IBI, IVA, Reforma Laboral, tasas universitarias, bajadas de sueldo a los
funcionarios, copagos sanitarios, PIRMI, subsidios de desempleo, ley de la
dependencia, etc. –por ahora se salvan las pensiones, pero al tiempo, porque
también está en el guión trazado por Merkel- pues en medio de todo esto, se
cuelan también, como el que no quiere la cosa, la amnistía fiscal para los
evasores y defraudadores y la socialización de las pérdidas de la banca, es
decir, vamos a pagar a escote los desmanes que algunos sinvergüenzas han hecho
desde nuestras queridas cajas de ahorro, favoreciendo proyectos faraónicos e
inviables como Terra Mítica o Marina d’Or, que han servido para generar
multimillonarios que ahora ni conocemos ni sabemos donde están. ¿No habíamos
quedado que el mercado lo regula todo, como decía el Sr. Rato cuando era
ministro de Economía con Aznar?. Pues si regula los beneficios, que también lo
haga con las pérdidas.
Pero
lo que es más indignante es esa manía que le ha cogido al gobierno del PP y al
Sr. Rajoy de trasladar a la sociedad, que los Ayuntamientos son unos
manirrotos, que sólo sirven para promover fiestas y para que los alcaldes y
concejales se llenen los bolsillos. Esto, además de ser injusto, demuestra una
ignorancia supina sobre la administración local y obedece únicamente a una
estrategia de desviar la atención de lo importante, que seguramente es el
objetivo de los innumerables asesores de Rajoy – por cierto, ¿No se comprometió
a reducirlos?- Después de seis meses de intromisión en la autonomía municipal,
regulando impuestos por real decreto, obligando a asumir créditos al 6% para
financiar a la banca o interviniendo las cuentas con independencia de la
gestión realizada, mañana se producirá el estoque definitivo con la aprobación
en Consejo de Ministros de la reforma de la Ley de Bases de Régimen Local. Esta
reforma puede tener aspectos que incluso la propia ciudadanía celebre, ya que,
como digo, han conseguido deliberadamente desprestigiar todo lo público
(funcionarios, servicios, administración local) y también a alcaldes y
concejales, pero estas medidas pueden tener consecuencias irreparables.
Bajo
un discurso de mejora de la eficiencia y la estabilidad presupuestaria, Rajoy
penaliza injustamente a los Ayuntamientos, la administración más vulnerable, al
culparles de un déficit del que no son responsables -un 3’5% sobre el total del
déficit de las administraciones públicas-. Se habla de un ahorro de 3.500
millones de euros con medidas tales como reducir el 30% el número de
concejales. ¡Si en los Ayuntamientos menores de 5.000 habitantes –el 83%- la
mayoría de concejales no cobran!. Todo esto es una cortina de humo para
olvidarnos de lo que comentaba antes, lo de Rato y compañía.
Lo
que sí es seguro, de consumarse estas medidas, es una merma en la democracia
local y una eliminación de servicios básicos que ahora disfrutan nuestros
ciudadanos. Ya lo pueden vestir como quieran. ¿O no es menos democrático que se
traspasen decisiones municipales a funcionarios públicos que no rinden cuentas
a la ciudadanía? ¿De qué servirá votar a los alcaldes si ellos no serán los
responsables de la gestión municipal? ¿Porqué se presente eliminar servicios a
los municipios de menos de 20.000 habitantes a favor de las Diputaciones, que
son administraciones más opacas y donde los ciudadanos no escogen a sus
miembros? ¿Acaso para iniciar el camino de la privatización de servicios
básicos que ahora prestan los Ayuntamientos?. Todo esto es un despropósito.
Después
de seis meses de gobierno de Rajoy y el PP, estamos intervenidos económicamente
–perdón, hemos recibido un préstamo sin contrapartidas, según Rajoy-, los
indicadores de confianza en España se han deteriorado gravemente, se están
batiendo récords en número de parados –menos mal que la reforma laboral iba a
servir para favorecer la contratación-, la bolsa está bajo mínimos, sin hablar
de la famosa prima de riesgo que se ha subido al quinto piso, y nuestros
derechos sociales, conquistados durante décadas con un enorme esfuerzo, están
siendo dilapidados. Somos más pobres y menos solidarios con los más
necesitados. El espectro de rechazo a esta situación abarca desde los pequeños
empresarios y emprendedores autónomos a los funcionarios, pasando por los
agricultores, mineros y pescadores y acabando en profesionales como médicos, maestros
o abogados. No se escapa nadie, o mejor dicho, casi nadie, porque no nos
olvidemos de los Ratos y compañía.
A
partir de ahora, seguramente asistiremos a manifestaciones curiosas y
heterogéneas.
Puede
que sea la única alternativa que nos quede para forzar el cambio de rumbo de
las cosas, para hacer crecer nuestra economía de manera sostenible, con
seguridad laboral para los trabajadores que les permita consumir sin miedo,
creando una banca pública que haga fuir el crédito a las empresas, subiendo los
impuestos a las grandes empresas con beneficios y a los que más tienen,
imponiendo tasas para que las rentas de capitales paguen como las rentas del
trabajo, para invertir en nuestro estado del bienestar y en nuestros servicios
públicos que aportan puestos de trabajo y riqueza, para fomentar el turismo de
calidad que es donde somos competitivos de verdad, invirtiendo en energías
renovables donde tenemos una tecnología puntera, invirtiendo en educación,
universidades y en investigación para generar talento que promueva nuevas ideas
y nuevas empresas, y tantas cosas más.
Y
si, como decía Gila, para conseguir todo esto se necesita subir los impuestos,
pues hágase, pero no para pagar el agujero dejado por el despilfarro de las
entidades bancarias –eso sí ha sido despilfarro Sr. Rajoy, y no el de los
Ayuntamientos-.
Sr.
Rajoy, no nos engañe de nuevo. Hay alternativas a su política de gobierno.
1 comentario:
Molt d'acord, Juan!
Ara es tracta de traslladar la reflexió als òrgans competents del partit (PSC i PSOE) i començar a fer una oposició contundent, sense “pactes fiscals” ni “pactes d’estat” que només condueixen a legitimar les destralades de la dreta. Nostres propostes?
Fer enrere les retallades i, si calen recursos, treure’ls dels que els tenen prou i massa ;)
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